¿Acaso la ansiedad es un pecado?
A gatas,
si puedo, me carcomo las uñas.
Entonces no podía dejar de verte a los ojos....
Te acostaste sobre mi pecho
en busca de afecto, con temor.
¡No iba a ser cosa de que surjan sentimientos!
Los dos estábamos tristes.
Tu mirada emanaba el recuerdo
de un corazón roto,
y yo no te encontraba ahi...
No estabas.
Eramos tres:
tu cuerpo,
a solas
con mi mente y mi alma.
Me convertí en tormenta
hasta que volviste.
Esa ausencia era ahora una dulce daga
clavándose en mi cuello.
A gritos lo confesaba,
solo había regresado por más placer.
Y un beso,de repente,
significaba la muerte.