31.12.13

Aprender a confiar.

¿Acaso la ansiedad es un pecado?
 A gatas,
si puedo, me carcomo las uñas.
Entonces no podía dejar de verte a los ojos....

Te acostaste sobre mi pecho
 en busca de afecto, con temor.
 ¡No iba a ser cosa de que surjan sentimientos!
Los dos estábamos tristes.

Tu mirada emanaba el recuerdo
 de un corazón roto,
 y yo no te encontraba ahi...
No estabas.

 Eramos tres:
 tu cuerpo,
 a solas
con mi mente y mi alma.

Me convertí en tormenta
hasta que volviste.
Esa ausencia era ahora una dulce daga
 clavándose en mi cuello.

A gritos lo confesaba,
solo había regresado por más placer.
Y  un beso,de repente,
significaba la muerte.