1.1.14

La cordura.

Un continuo convencimiento me condena a la soledad, vivir.
El miedo a la muerte me encuentra descolocada, buscando un por qué, un para qué. Luego descubro que en realidad no es miedo. No tengo miedo.
Gigantes bocas en mi cabeza disparando palabras como flechas lejanas que me paralizan.
Si desaparezco, entonces ellos van a tener el temor más intenso de sus vidas. La vida misma...
¿Por qué sería mejor morir? Tanta cobardía, nos inunda.
Es una idea-el mundo, nuestra realidad- es una deformable idea.
¿Cómo no reaccionamos,cómo no rehacemos ese mundo?
El convencimiento nos deja la marca de aquella condena y, cambiar... ¿Para qué? No hay vuelta atrás.
Las ideas son aquel mundo predeterminado, contra nuestra cabeza, contra esas gigantes bocas que nos limitan a ser una figura ya establecida.
Parada sobre una torre, doy comienzo a caminar sobre una cuerda floja de amor, donde el vacío al que me arriesgo  es la locura.
Por suerte, o no, allá abajo hay una escalera para alcanzar esta cima.
Anochece de pronto y me encuentro con el abismo.
Ambos hemos perdido el equilibrio y nos aplasta la locura, nos aprisiona la soledad.
O abrazamos la demencia, o escalamos al amor.