8.8.14

El cuento del revés.

Ella es así. Tampoco está bueno darle tantas vueltas al asunto.
Le gusta fifar sin forro. Dice que sino, no se le despierta el clítoris. Y bueno... ahora las cosas cambiaron. Uno tiene que aceptar que los tiempos ya no son los mismos. Sin embargo, la angustia que me agarró la  ultima vez, no se la deseo a nadie.
Viste cómo son las mujeres: que "te quiero para mi", que "quedate tranquilo que salgo antes que acabes", que "no pasa nada", que "yo estoy relajada, vos sabes que cuando estas por eyacular yo me avivo y me la saco", y etcétera. Pero como ya todos sabemos, no siempre se avivan, no siempre tienen ganas de sacarla, no siempre "no pasa nada". La última vez, fueron los cuarenta y cinco días más largos de mi vida.
Imaginate mi situación, uno como hombre, indefenso, expuesto a toda clase de acusaciones morales, a los juicios de valor que la gente te tira por la cabeza, lleno de miedos e incertidumbres. Uno se la banca igual.
Ese miércoles me encontró rindiendo un parcial de Filología, buceando en un mar de conocimientos que corrían riesgo de evaporarse al mínimo sol de nervios. De todos modos, me sentía bien, lo que se dice... confiado.
No tuve mejor idea que mirar la hora. Había un mensaje pendiente.
"No sé si lo notaste pero la última vez no hicimos bien las cosas. Te aviso no más".
Sí. Terminé el parcial, afortunadamente fue óptimo, no como los interminables días que vinieron después.
Poco importaba el lugar: Oficina, tren, bondi, me perseguía a sol y a sombra la muy angustiante idea de cómo iba a decirle. Que sí, que le acabé adentro, que fue culpa de los dos ¡Pero más suya! Porque no quiso cuidarse, porque "no pasa nada", porque "ella está tranquila" y porque bla bla bla. Que ibamos a ser padres y que me estaba volviendo loco porque llevaba dentro mio la sensación, que sí, intúa que lo más probable era que pase eso que tanto (no) quisimos evitar.
Fueron cuarenta y cinco días contados, preguntándome si la quería, si ella sentía algo por mí, si me aceptarían los padres. Sabía que mamá la iba a querer porque ella es una persona hermosa, pero, ¿y dónde ibamos a vivir? ¿Y si no quería ponerle mi apellido?¿Y si no reconocía mi paternidad?
 Las mujeres son así, hacen las cosas y no piensan, no quieren tener hijos pero tampoco quieren cuidarse, no quieren nada serio pero ¿Acaso que exista la posibilidad de tener un hijo no es cosa seria? Son contradictorias y tercas, y a mi eso me llena de lágrimas. Porque en estos tiempos los hombres lloramos, los hombres nos sometemos al sexo, como si fuéramos sus juguetes. Ellas, que pueden estar con todos y ser divas, y nosotros, que si nos prestamos a la promiscuidad somos la vergüenza de la humanidad. Y así callé durante cuarenta y cinco días, y aun sigue vivo mi silencio perenne.
Hace unas semanas, pasados por fin  aquellos largos días de tensión máxima, tiempos de una insoportable alienación con lo desconocido, me escribió: "Me vino, tranquilidad". Después me preguntó si quería pasar por su casa para aprovechar su día de franco. Pero claro, lo hizo en el momento del mes en que me veía tapado por los apuntes de los segundos parciales, y en un intento de hacerme valer le dije que era una desubicada y que me tenía harto. Increíblemente me pidió disculpas.
El fin de semana pasado le mandé mensajes y no los respondió, creo que está un tanto ofendida.
 Hoy la veo en el cumpleaños de mi prima y seguro nos vamos juntos, porque así son las cosas ahora. Quizás soy tan sólo una víctima más del género que nos domina. Pero, bueno, qué va a ser. Ella es así, tampoco está bueno darle tantas vueltas al asunto.