30.11.14

Es domingo y llueve.

Levantarse a la hora que el cuerpo así lo decida y dirigirse de inmediato al baño. Una ducha, cepillarse los dientes y caminar hacia la cocina, donde seguro alguien está haciendo algún almuerzo si es que se amanece al mediodía. Pero repentinamente un silencio, que se  remite a  recuerdos, pensamientos, algo que no se hizo o que se quiere hacer, y qué miedo. Todo lo que se es, sucede porque se quiere, y así sucede un día como es este también.
Comer algo para saciar el hambre, y después, si se  puede, estudiar para un final complicado o ir directo al sillón a tarparse con un acolchado y mirar películas en los canales de aire. Películas de amor, amor de familia, de alguien hacia otra persona, pero siempre será el día predilecto por los programadores para ese tipo de películas. 
Entonces, mirar la película y sollozar un poco, como es debido por la conmoción de aquél silencio desencadenador. 
(Llega el momento preciso en que se pregunta por qué no hace lo que quiere, eso que va a molestar pero a la vez va a aliviar sus frecuentes paseos por el silencio). 
Sólo se lo pregunta: ¿Por qué no hago lo que quiero? 
(Sigue sin hacerlo).
 Hacer historia o ser historia.
Bien podría ser miércoles. 

Es tu decisión.

Qué loco el tiempo, una sucesión de decisiones, la libertad andando. Y somos tan prisioneros de él como cómplices de ella.

13.11.14

Y la calma.

Alguien tuvo alguna vez esa sensación de estar mirando el cielo y encontrarle forma a las nubes, mientras que por un instante se contempla la efímera figura de un aguilucho chocando contra el viento, que por casualidad visita la calma de algún rostro ensoñado que ríe porque sí, porque puede. Era yo.