Con cada lluvia van pasando las gotitas,
borrando gestos, risas, té caliente
y galletitas (con mermelada de durazno).
Cada gota de dolor va suprimiendo con paciencia aquella ausencia
tan punzante y permanente que no ha dejado de acecharme:
En las naranjas que me aconsejó
para evitar resfriados,
en cada vez que crucé la calle igual,
porque me dijo que si el conductor me veía no me iba a pisar. (etcétera)
Cae un vaso de cerveza,
llueven las gotas destiñiendo sombreros, y muchos, duros momentos.
¿Cuál es la medida de agua y de lavandina, la justa y necesaria para desintegrar en una sola pasada, kilómetros de ruta de esta memoria tan aplicada?
Vienen y van por mis ojos, en mis manos, recuerdos como pinturitas...
El llanto fue mi mejor desmaquillante,
fue pasajera su visita...
Ya no hay nada por borrar.
fue pasajera su visita...
Ya no hay nada por borrar.
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