No tengo ganas de hablar. No quiero escuchar ni el soplido de una mosca. Basta.
Por qué es tan difícil reproducir el silencio?
Lo único que pido es paz.
Porque si hay paz, yo estoy mejor. O no, no sé. Pero sé que así no tengo más motivo que la ira para avanzar cada día.
Ira para el desayuno, ira para la cena.
La ira controlando todos mis movimientos, no me deja más que dolor y vergüenza.
Todo esto es (no es) por mi culpa. Yo no merezco esta ira que tengo. No merezco este llanto que guardo. No quiero esta bronca que llevo y que me tiene puesta en pausa.
Que se activa cuando quiere y no me deja actuar.
Odio este calor que me atraviesa la garganta y tiene sonido de necedad.
Necias son mis palabras, porque se agotó, mi cuello, mi faringe, mi saliva, mi lengua, todo se agotó. Todo está perdido, pero está. Que se vaya.
No quiero nada.
24.11.16
Bajas defensas.
Habla, habla, bla, bla.
No para,
no dice
nada.
No dijo
- quiero explotar-
todavía
no cayó en la cuenta.
Nada le significa una razón
suficiente
para decir.
Algo.
Está
tan atrapada
está,
en sus palabras...
Parece
como ahogada
en un mar
de diccionarios.
Ella es
su propio diccionario.
Sucede que
nadie
pidió definición alguna.
Deficiencias
de una mente que intenta
escapar de la angustia
y termina
hundida
en esa cornisa que llamamos
n
e
g
a
c
i
ó
n.
Su voz,
su voz ausente,
silbido que emana de la garganta,
y llora,
porque sabe que la perdió
por tanto no decir.
Nada.
Llora,
llora porque sabe que algo para decir
tiene,
pero tiene tanto miedo,
que el mismo miedo
se la robó.
Si,
palabra,
y voz.
Y en la búsqueda por surcar otro camino,
cayó en cama dos semanas,
por bajas defensas.
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