16.12.14

Lobos o barbies.

Hay un lobo en el placard. Vos lo viste y ahora te da miedo estar en la habitación sin mamá.
¿Que si tengo llagas? Sí, una, más o menos, como vos. ¿Que si tengo celulitis? No, no tengo, dejame. Vos sos panzona y nadie te anda diciendo nada.
Sí, te da miedo el placard de mamá. Cerrando los ojos capás se te pasa, o puede que esté tan oscuro como el placard y temas por tu vida. No, no le tengas miedo a tu oscuridad interior,los mejores hombres la tienen.
Yo le tengo miedo a los muñecos sin genitales. Ocultándole la verdad a los niños desde vaya a saberse cuándo. Y vos tenés más muñecas que amigas... Yo ando en patas por casa y me sienta bien. Pero tus muñecas... La verdad no salgo del asombro.
Vos sí que sos guapa. Prefiero seguir descalza y dormir con la puerta del placard abierta, que tener que vivir observada por ellas, prototípicas-sonrientes-mutantes-irreales, la secuela capitalista que le engendran a las niñas como vos,que le tenés miedo a un lobo, como si fuera tremenda cosa.
(Yo le tengo miedo a la mentira).

Un lugar.

¿Qué pasa cuando ya no alcanzan las palabras o, más bien, sobran?
Entonces brota un llanto, digamos perecedero, que no cesa y hasta pareciera que llegara a gustar. Una suerte de llanto-socorro-consuelo, lugar secreto y no tanto. Desde ese espacio asomo las narices, quiero decir, saco la cabeza al exterior como si mágicamente me surgiera la respuesta. Quizá algunas veces simplemente la respuesta sea nula.
Y era por eso que me encontraba acá, arriba, abajo, según con el ojo que se lo mire, parada sobre la llave intentando que la puerta se vuelva giratoria, ciega, sin ver la cerradura. Eso que estaba en la punta de mi nariz y no me confesaron los zapatos.

A deshora

Podría dibujar
con mis lágrimas
toda una senda de ilusiones perdidas
o firmar la carta
que voy a dejar en tu puerta
esta tarde.
Prefiero llorar
 que es la hora
 de empezar de nuevo
o terminarlo de una vez.
Porque las lágrimas lloran
 lo que mi voz
no puede mirarte.
 Y si te miro
en silencio
son mis ojos
los que a gritos me delatan,
entonces
prefiero llorar
que es la hora,
sentarme a escribir despatarrada
en tu puerta,
y que me eches
 a mil grises por segundo,
y que te sangre el alma
 pero sólo sientas un calambre
en la rodilla.
Ya pasa.

8.12.14

Qué andará pasando...

Por primera vez en su vida sonrió sólo por dentro, ahora su rostro se mantuvo inmutable, y mientras todo se sucedía de manera rigurosa, ella notaba a cada segundo, aquella secuencia entre el comentario y su ausencia externa. Fue como si hubiera sufrido un adormecimiento, como si sus sentidos se hubieran vuelto más calmos. Entonces un pequeño chiste no alcanzaba para que le aflorara la risa.
Todo pasó de imprevisto, ella siguió el curso de las cosas pero en su interior sabía que algo había cambiado allí.

30.11.14

Es domingo y llueve.

Levantarse a la hora que el cuerpo así lo decida y dirigirse de inmediato al baño. Una ducha, cepillarse los dientes y caminar hacia la cocina, donde seguro alguien está haciendo algún almuerzo si es que se amanece al mediodía. Pero repentinamente un silencio, que se  remite a  recuerdos, pensamientos, algo que no se hizo o que se quiere hacer, y qué miedo. Todo lo que se es, sucede porque se quiere, y así sucede un día como es este también.
Comer algo para saciar el hambre, y después, si se  puede, estudiar para un final complicado o ir directo al sillón a tarparse con un acolchado y mirar películas en los canales de aire. Películas de amor, amor de familia, de alguien hacia otra persona, pero siempre será el día predilecto por los programadores para ese tipo de películas. 
Entonces, mirar la película y sollozar un poco, como es debido por la conmoción de aquél silencio desencadenador. 
(Llega el momento preciso en que se pregunta por qué no hace lo que quiere, eso que va a molestar pero a la vez va a aliviar sus frecuentes paseos por el silencio). 
Sólo se lo pregunta: ¿Por qué no hago lo que quiero? 
(Sigue sin hacerlo).
 Hacer historia o ser historia.
Bien podría ser miércoles. 

Es tu decisión.

Qué loco el tiempo, una sucesión de decisiones, la libertad andando. Y somos tan prisioneros de él como cómplices de ella.

13.11.14

Y la calma.

Alguien tuvo alguna vez esa sensación de estar mirando el cielo y encontrarle forma a las nubes, mientras que por un instante se contempla la efímera figura de un aguilucho chocando contra el viento, que por casualidad visita la calma de algún rostro ensoñado que ríe porque sí, porque puede. Era yo.

8.8.14

El cuento del revés.

Ella es así. Tampoco está bueno darle tantas vueltas al asunto.
Le gusta fifar sin forro. Dice que sino, no se le despierta el clítoris. Y bueno... ahora las cosas cambiaron. Uno tiene que aceptar que los tiempos ya no son los mismos. Sin embargo, la angustia que me agarró la  ultima vez, no se la deseo a nadie.
Viste cómo son las mujeres: que "te quiero para mi", que "quedate tranquilo que salgo antes que acabes", que "no pasa nada", que "yo estoy relajada, vos sabes que cuando estas por eyacular yo me avivo y me la saco", y etcétera. Pero como ya todos sabemos, no siempre se avivan, no siempre tienen ganas de sacarla, no siempre "no pasa nada". La última vez, fueron los cuarenta y cinco días más largos de mi vida.
Imaginate mi situación, uno como hombre, indefenso, expuesto a toda clase de acusaciones morales, a los juicios de valor que la gente te tira por la cabeza, lleno de miedos e incertidumbres. Uno se la banca igual.
Ese miércoles me encontró rindiendo un parcial de Filología, buceando en un mar de conocimientos que corrían riesgo de evaporarse al mínimo sol de nervios. De todos modos, me sentía bien, lo que se dice... confiado.
No tuve mejor idea que mirar la hora. Había un mensaje pendiente.
"No sé si lo notaste pero la última vez no hicimos bien las cosas. Te aviso no más".
Sí. Terminé el parcial, afortunadamente fue óptimo, no como los interminables días que vinieron después.
Poco importaba el lugar: Oficina, tren, bondi, me perseguía a sol y a sombra la muy angustiante idea de cómo iba a decirle. Que sí, que le acabé adentro, que fue culpa de los dos ¡Pero más suya! Porque no quiso cuidarse, porque "no pasa nada", porque "ella está tranquila" y porque bla bla bla. Que ibamos a ser padres y que me estaba volviendo loco porque llevaba dentro mio la sensación, que sí, intúa que lo más probable era que pase eso que tanto (no) quisimos evitar.
Fueron cuarenta y cinco días contados, preguntándome si la quería, si ella sentía algo por mí, si me aceptarían los padres. Sabía que mamá la iba a querer porque ella es una persona hermosa, pero, ¿y dónde ibamos a vivir? ¿Y si no quería ponerle mi apellido?¿Y si no reconocía mi paternidad?
 Las mujeres son así, hacen las cosas y no piensan, no quieren tener hijos pero tampoco quieren cuidarse, no quieren nada serio pero ¿Acaso que exista la posibilidad de tener un hijo no es cosa seria? Son contradictorias y tercas, y a mi eso me llena de lágrimas. Porque en estos tiempos los hombres lloramos, los hombres nos sometemos al sexo, como si fuéramos sus juguetes. Ellas, que pueden estar con todos y ser divas, y nosotros, que si nos prestamos a la promiscuidad somos la vergüenza de la humanidad. Y así callé durante cuarenta y cinco días, y aun sigue vivo mi silencio perenne.
Hace unas semanas, pasados por fin  aquellos largos días de tensión máxima, tiempos de una insoportable alienación con lo desconocido, me escribió: "Me vino, tranquilidad". Después me preguntó si quería pasar por su casa para aprovechar su día de franco. Pero claro, lo hizo en el momento del mes en que me veía tapado por los apuntes de los segundos parciales, y en un intento de hacerme valer le dije que era una desubicada y que me tenía harto. Increíblemente me pidió disculpas.
El fin de semana pasado le mandé mensajes y no los respondió, creo que está un tanto ofendida.
 Hoy la veo en el cumpleaños de mi prima y seguro nos vamos juntos, porque así son las cosas ahora. Quizás soy tan sólo una víctima más del género que nos domina. Pero, bueno, qué va a ser. Ella es así, tampoco está bueno darle tantas vueltas al asunto.


20.7.14

Saber aceptar.

 Mi libertad de amar termina donde empieza su libertad.
Su libertad no le da rienda suelta al amor.
Aprendiendo a aceptar, tal vez así encuentre la felicidad, pero a veces es difícil, a veces prefiero simplemente dejarme atrapar por algún abrazo aislado que le brota cuando la noche y las sustancias no le son suficientes.
Quizá sé lo que quiero, quizá es sólo una coraza de fuego que me armé un día para que se quede conmigo a pesar de la lejanía abrasadora de sus besos, pero sobre todo de esa compañía repulsiva. Entonces lo que quiero está escondido en la punta de su nariz y prefiero pensar que sólo es el miedo el único egoísta en esta noche eterna, final incierto.
Y lo que haya tras sus ojos, color miel por la mañana, verdes cuando el sol resplandece, oscuros cuando todavía  se halla volando en una nube blanca, nube negra. Lo que haya tras sus ojos, todavía es un misterio.

24.4.14

Brujería.

Hedonista, echaste en mí todo tu ser a la vez que lo negaste por completo.
 ¿Y acaso merecía yo tal embrujo?
No logro comprender si la culpa fue mía por esperar normalidad o si vos fuiste el culpable, escondiéndote bajo una máscara de imposibilidad.
 Aún así no soporto esta realidad, esta otredad tan tuya, tan cerrada a mi.
Una negación ya establecida, y seguir esperando de todos modos.
¿Qué me hiciste?
Como si quiera fueras conciente del gualicho que lograste penetrar hasta en lo más profundo de esas ventanas del alma que confluyen en canción, todo lo que soy.
Y para vos todo esto representa una burla, una tontera. ¿No?
Maldito tu autoestima demacrado, sepultado en algún subsuelo, no te deja apreciar un cariño.
Debo parecer un chiste de mal gusto...
El constante pensar en un tal vez.
Me ahogo, te apropiaste de mi esencia y no tenés idea.

15.3.14

Real.

Algunos viajes en colectivo me reciben con tu perfume, lo llevo en la memoria.
Hay días en los que siento que no tiene caso seguir viviendo sin escupirte esta verdad por los oídos y dejarlos que sangren. Y morir de pena...
Ciertas noches  te busco en sueños para poder sentirme viva, o muerta, o simplemente para soñar con  tu (no)amor.
¡Maldita mueca que sólo tu boca forma! y surge cuando, jugando con el espejo, la imito...
 Qué sonsa...
Aún no te encuentro.
Debo estar hecha para que me atrapen, sólo dejarme hallar cuando así lo quieran, pero nada de búsquedas de mi parte.
Sé que sabes que quiero llorar cada vez que le damos fin al erotismo y te miro a los ojos. No te gusta que haga eso, te exaspera, entonces dejo de molestar.
Y de repente, un silencio tan largo que alcanzo a llorar y tomarme las lágrimas para no atosigar tu ego.
A veces quisiera tan sólo abrazarte fuerte, entender que nunca vas a ser mío.

1.1.14

La cordura.

Un continuo convencimiento me condena a la soledad, vivir.
El miedo a la muerte me encuentra descolocada, buscando un por qué, un para qué. Luego descubro que en realidad no es miedo. No tengo miedo.
Gigantes bocas en mi cabeza disparando palabras como flechas lejanas que me paralizan.
Si desaparezco, entonces ellos van a tener el temor más intenso de sus vidas. La vida misma...
¿Por qué sería mejor morir? Tanta cobardía, nos inunda.
Es una idea-el mundo, nuestra realidad- es una deformable idea.
¿Cómo no reaccionamos,cómo no rehacemos ese mundo?
El convencimiento nos deja la marca de aquella condena y, cambiar... ¿Para qué? No hay vuelta atrás.
Las ideas son aquel mundo predeterminado, contra nuestra cabeza, contra esas gigantes bocas que nos limitan a ser una figura ya establecida.
Parada sobre una torre, doy comienzo a caminar sobre una cuerda floja de amor, donde el vacío al que me arriesgo  es la locura.
Por suerte, o no, allá abajo hay una escalera para alcanzar esta cima.
Anochece de pronto y me encuentro con el abismo.
Ambos hemos perdido el equilibrio y nos aplasta la locura, nos aprisiona la soledad.
O abrazamos la demencia, o escalamos al amor.