8.1.12

Rememorando injusticias.

 Mi alma, como si en verdad existiera tal cosa materialmente hablando, había estallado en mil pedazos.
 El problema fueron los efectos secundarios...
 Mis sentidos se habían desquiciado.  No eran  uno, ni cinco. Frente a mi, miles de fragancias, colores, distancias, melodías y relieves. Este revuelo que surgió  del  año nuevo, se abalanzó sin pena sobre mi, y esos pesados alborotes de estación, reaparecieron.
Pero hoy, me acechó el enojo. Uno de los mil  estados del alma, que despertó de esa larga siesta, reposado en el armario del Universo.
Llegué hasta acá muy atontada en un primer momento. No soportaba ese silencio a solas, en que mi mente viajaba por los mares de la memoria. Estaba tan ensimismada que me había aterrorizado. Por eso estuve acá. Vine en busca de la razón. Y como era de esperar, rápidamente la encontré.
Tan solo queda despojarme  de todas esas injusticias que me aquejan.  Amarrar anclas, caminar por los senderos de tan cálido paisaje. Dejar por un tiempo esa suerte del amor. Ingeniar un majestuoso plan que me quite la sed, me saque el desvelo, me arranque la amargura de la piel.
Poco a poco, del aire resurgirán esos miles de pedazos, y volverán a ser un alma.
Mi lunática mente me da pié a sentir que la fantasía está pronta a brotar, o algo así.

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