16.2.12

¿Amor? Prefiero llamarle estrago causado por un impulso.

No sé por dónde empezar.
Convengamos que para esa época mi corazón languidecía ante la pérdida continua en una batalla constante de romances, en la que tenía siempre prevista la derrota.
Convengamos también que ese pesimismo solo era para que la gente lo percibiera(La realidad es que siempre corrió por mis venas esa delirante esperanza, elixir de mi existir).
Con la libido extrañamente agudizada, no lograba encastrar pensamiento  y habla, me encontraba ahí sentada, en una silla común, en un cumpleaños no tan común, intentando pasar desapercibida ante tanto barullo.
Como era de esperarse, lo silencioso de mi presencia  se perdió por completo al instante en que mi potente sentido del humor, combinado con la dulce ironía, lograron resplandecer mi curioso, pero igualmente agradable delirio.
El muchacho de los rizos me insinuaba con la mirada... Esos ojos como almendras salpicadas por la lluvia, que compusieron en base a nuestro encuentro una sinfonía completa.
Sinceramente me invadía sentir esas particulares lámparas observarme tan tímidamente. Era una carrera interminable, más en cada intervalo posterior a  las carcajadas del grupo, descubría el peso de sus ojos en los míos, en mi risa, y me volvía cada vez más frenética y loca.
Ahora que logré comenzar, voy a ir directamente al grano.
Insegura sobre el por qué de mi libre albedrío, con una  hiperactividad bien apegada a mi simpleza de adolescente, comprendí ese juego de luces inconscientes que a gritos pedían amor.
El problema fue que no lo atrapé a tiempo, tan solo fueron unos años luz, y de pronto sonó la aturdidora bocina del remis.
Hora de irme... Juro, nos volveremos a encontrar, te lo prometo muchacho de ojos dulces.
Ah, esa mirada...casi tan deseada como tus labios carmesí.

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