20.12.11

No rescato ni las migas de la cena.

Entender a esa muchacha de pequeños pies, no puedo. La amo, es un amor sincero. No logro apaciguar sus molestias, sus deseos. Hay un constante repelo hacia mis manos. En realidad, son solo travesuras, pero no logra entender bien las reglas de su juego, y ante su desagrado, queda en el olvido omitir que nazca en mi la cobardía. Esa loca que me estupidiza.
Siento que estoy en  un dominio de esos que nacen en el vigor del cambio de flor a limón. En  el que no hay exterminios, y la autoridad no odia, solo que ya se ha marchado de sus cabales, ha perdido la noción del por qué, o al menos eso creo. Se que cometo errores, unos tras otros, pero así mismo, sigo sin comprender el justificativo.
Estoy atrapada en esta jaula, donde se negocia la libertad, y en la que hay que saber cómo actuar para poder ganar el aire libre. No logro lidiar con la simpleza del orden. Me agobia ese atrofiado  mirar de aquel hombre que genera en mi el desgano. La contra.  Y porque no lo odio, porque se que uno es lo que come, por eso mismo nació de mi el libertinaje que no debería si quiera haber conocido.
Por eso mismo, me odio ( si es que aquel vago sentimiento lleno de rencor denotara existencia), ok.

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